De visita por Vitoria-Gasteiz
Tras el derrotismo del anterior post creo que es necesaria un réplica positiva. Y es que los lugares, al final y al cabo, los hacen sus gentes y en este último viaje he estado suficientes días en Gasteiz como para reconciliarme con la ciudad.
Una visitante de fuera encontrará una ciudad cada vez más vulgar, donde todo jardín está siendo arrasado para colocar granito gris que conjunta con el gris oscuro del asfalto. La ciudad se vanagloria de "anillo verde", ahorcado cada vez más por bloques de pisos o lujosos chalets. Armentia me recordó a Vallacarca o a la Colonia Castell, pues igual que están haciendo con las casas de estas y otras zonas de Barcelona, sin duda con potencial "urbanístico", ya han desaparecido las casitas de planta baja que había junto a la ermita para dar paso a una calle que de entrada a nuevas hileras de chalets. Cualquier día los chalets surgirán en las propias campas, cual perretxikos primaverales.
El visitante también se encontrará con un casco viejo que ha pasado de ser zona olvidada por las instituciones a nuevo filón turístico, con lo que eso supone. De esta forma se justifican escaleras mecánicas, tala de árboles, construcciones vanguardistas... y otras actuaciones que pretenden recuperar el valor histórico de la zona pero que a mí, en general, me parecen aberrantes. Al igual que el médico Ferrán López de Escoriaza y su mujer Victoria de Anda y Esquivel no dudaron en el siglo XVI en derrocar y expropiar los terrenos de muchos vecinos para la construcción de su palacio renacentista en la calle Fray Zacarias, hoy en día tampoco se duda en hacer lo mismo con los vecinos de las mismas parcelas, colindantes a la antigua muralla, para mostrar los restos de la misma, penúltimo reclamo turístico de la ciudad.
Podría seguir, pero como decía, esto es un post de reconciliación. Porque el jueves estuve en la junta semanal de la AAMI y es un lujo ver que siguen trabajando de forma tan seria, pero siempre sin perder la sonrisa y las bromas, a pesar de todos los problemas y vicisitudes. Porque todavía queda algún bar o alguna tienda en los barrios, pocos, pero algunos, que sobreviven a los pubs de diseño y a los centros comerciales. Porque la gente todavía se conoce y se saluda en la calle, o al menos en mi barrio, ya que he tenido el privilegio de crecer en la Coronación y no en una ciudad fantasma como Lakua o los nuevos barrios de Salburua y Zabalgana. Porque hay cosas que no cambian, aunque los de allí se quejen, como los Joselu Anaiak cantando en la noche de san Juan en Judizmendi :) Porque mientras destrozan la ciudad a 30 minutos en coche puedes disfrutar de lugares tan increíbles como los hayedos de Burbona, que me descubrió Iker este mismo domingo rodeados de una niebla que impregnaba de magia el lugar. Y en definitiva porque como decía, un lugar lo hacen sus gentes, y lo siento por el visitante ocasional que vaya a la ciudad, peroyo he tenido la suerte de ser gasteiztarra y de crecer en la ciudad y hoy en día lejos de ella sigo teniendo a mucha gente allí por la que vale la pena regresar.
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