jueves, 24 de abril de 2008

Blogs apolíticos

Como decía en el anterior post ultimamente apenas leo blogs. Tampoco he visto los últimos video que todo el mundo ha visto en el tubo, ni he firmado en la última aberración contra los animales que ha sucedido en Kuala Lumpur o en Almendralejo.

No sé si antes, instalada en un clásico ejemplo de lectora desleida (en este caso de blogs y de lo que se movía en Internet por estas latitudes), aceptaba opiniones de lo más variopintas sin importarme, es un %&"!* de mierda pero escribe cosas interesantes. Pero ahora, que no tengo tiempo y que no me apetece desaprovecharlo con gente de ciertas opiniones, cada vez que me pongo a leer un blog de los que me parecían imprescindibles me asqueo. Casi ninguno se define como político y pocos hacen apología de sus filias políticas abiertamente, pero todos son de un político insultante, donde parecen llamarnos gilipollas a todos, ya sea porque no pensamos lo que debemos pensar, ya sea porque lo pensamos pero debemos aplaudir su expléndida elocuencia en la destacada tribuna desde la que aleccionan al conjunto de memos. Tanto paripé para vendernos la misma mierda con diferente envoltorio, donde las diferencias se basan en meras cuestiones estética, este año de azul, que me he comprado un bolso rosa de Chusco Barcelona y no queda bien el modelito.

Así que se acabaron las conversaciones estúpidas sobre política, como hacía antes de vivir en Barcelona, y los blogs alecionadores, que mientras te explico el cuento del gato te enseño a diferenciar gatos negros y blancos y a odiar a los primeros por malencarados y terroristas. Para que me adoctrinen políticamente ya estudio en la universidad pública y para leer gilipolleces gratuitamente ya lo hago en el diario cada día (y últimamente es La Vanguadia, así que voy servida). Que quede claro, soy una persona tolerante, con quien opina como yo.
Llamadme maniquea, y no direís mayor verdad, o mentira; pero para medias tintas no me llameís nada.

jueves, 17 de abril de 2008

De poteo blogeril

La semana pasado estuvo Xurxo Borrazas por Barcelona y asistí con los compañeros de gallego a la conferencia que ofreció en la UB. Os dejo un par de frases (traducidas al castellano), que espero cogiera bien, y una reflexión personal:

"Desconfiad de los artistas humildes. Un artista es un ser neurótico y un artista humilde es doblemente neurótico, es un psicótico."

"Los escritores son las alfombras persas que todo el mundo mira pero lueso pisa". (En referencia a que los diccionario y los libros de textos son la base de las editoriales, pero hace mucho más bonito poner como imagen de entrada la cara de unos cuantos escritores de nombre).

"Habría que cambiar a Paulo Coello o Reberte por buenas novelas".

"La red es una ciudad desordenada, donde todo el mundo es extranjero", aunque luego apostillo que sería mejor llamarla "favela tecnologizada".

Xurxo habló sobre el fenómenos de los blogs y de toda esa cantidad de magníficos blogs que no son para nada conocidos, pero que visitan el grupo de amigos, que igual que antes quedaban en el bar, ahora lo hacen en los blogs. Como bien dijo un grupo de amigos en un bar es una de las cosas mejores que existen. Al decirlo me di cuenta que a falta de tiempo, de dinero y de bares para irse de poteo, supongo que cada visita a los rss ordenados en la carpeta de amigos es lo más similar que me queda a salir de poteo. Y ahora que me he quedado sin Internet en casa y que en la uni no me deja mirar el lector no me queda ni eso.

Extraño mundo el que estamos creando, donde las conversaciones ya no van acompañadas de un vino.

lunes, 14 de abril de 2008

Tristán García

Este Tristán do que conto nunca soubo por que lle puxeran este nome no sacramento do bautismo, nin coñecía ningúen que se chamase como el.

Un tío de seu que traballaba como camareiro nun restaurante moi famoso de Lisboia, dicíalle que en Portugal coñecía dous ou tres cabaleiros dese nome, e que todos eles eran ricos. Tristán foi cumprir o servizo militar a León, e alí, un día, nun quiosco, mercou por dous reais "La verdadera historia de los amantes de Tristán e Isolda", cos namorados moi abrazados na portada do folletín. Ao fin ía saber quen fora aquel Tristán cuxo nome levaba. Cando chegou ao final da historia, coa morte de ambos os dous namorados, Tristán García verqueu unhas bágoas. E dende aquela deu en matinar que andando polo mundo atopaba unha muller chamada Isolda, e gustábanse, e facíanse noivos, e casabánse, e vivían moi felices en Viana do Bolo, de onde Tristán era natural. A todos os seus compañeiros do Rexemento de Burgos 38, preguntáballes se por un casual habería no seu lugar unha rapaza que se chamase Isolda. Non a había. Había algunha Isolina solta, pero Isolina non era o mesmo que Isolda. Tristán doíase de non dar con esa Isolda porque se non a atopaba agora en León, onde había tanta familia, non a ía atopar en Viana do Bolo, traballando na terra. Un día mandouno chamar un sarxento chamado Recuero.

- Ti es ese que anda coa teima de atopar unha muller que se chame Isolda?
- Si, señor.
- Pois en Venta de Baños hai unha viúva dese nome.
- Nova ou vella?
- Que sei eu! Coido que é churreira...

Tanto tiña metida no seu maxín o noso Tristán a novela famosa, que non puido dubidar que aquela Isolda de Venta de Baños fose nova e fermosa. En todo caso, se era vella, tería unha filla ou unha sobriña que a seguise no nome, e se era churreira como ela podía seguir co negocio en Ourense ou en Viana, onde xa era hora que deran nos bares chocolate con churros. Tivo Tristán un permiso, e cos vinte pesos que tiña aforrados tomou en León o tren para Venta de Baños. Xa naquel empalme preguntou pola churrería da Isolda. Estaba a churrería preto da estación. E a señora Isolda era aquela que estaba envolvéndolle uns churros a un señor cura. Era unha velliña co cabelo branco, fermosos ollos negros, a pel tersa, as mans moi graciosas pondo os churros no papel de estraza e esparexendo o azucre por derriba deles. Tristán dubidou entre falarlle ou non, pro xa levaba gastadas corenta e sete pesetas no billete de ida e volta.

- ¡Bos días! ¿Vostede é a señora Isolda?
- ¡Servidora!, respondeulle a velliña, sorríndolle.
- ¡É que eu son Tristán e viña a coñecela!

A velliña pechou os ollos, e agarrouse ao amosador para non caír. Bágoas rodaban polas súas meixelas.

- ¡Tristán! ¡Tristán querido!, puido dicir ao fin. ¡Toda a miña mocidade agardando a coñecer un mozo que se chamase Tristán! ¡E como non viña, casei cun tal Ismael, que era de Madrid!

Tristán saudou militarmente, e devagar volveuse á estación a agardar o primeiro tren para León. Cando este chegou e Tristán subía ai vagón de terceira, apareceu a señora Isolda, cun paquete de churros. Deullo a Tristán e bicoulle a man. Non se non dixeron nada.

Cousas así só pasan nos grandes amores .

Álvaro Cunqueiro, de Os outors feirantes.

***

Ahora que releo este cuento me acuerdo de un amigo que en su día me dijo sólo creer en el amor con minuscula, "el otro es solo una quimera, falla en algún sitio". Casualmente creo que es una de las personas que más necesita, reniega, odia y se apasiona con eso que llaman amor, y menos mal que para él solo es en minúscula... o no, tampoco le conozco tanto.
Yo, como también me recomendó, ahora que puedo, me engaño con quien quiero, y le quiero tanto que quiero seguir engañada día tras día.

lunes, 7 de abril de 2008

A proposito de las croquetas de cocodrilo

Me llega a través de la AAMI el artículo Croquetas de cocodrilo.
Tras leerlo, y recordar anécdotas culinarias discrepo en un par de temas. Yo comí cangrejo, tanto en Kogo como en una playa muy cerquita de Bata. Estaban buenísimos, y ellos también los comen, aunque es verdad que a nosotros nos llamaban más la atención. Y también comí pangolín, en Bata, en un restaurante en frente del Mercado del Reloj. Era un guiso y aunque no sé qué parte en concreto me pusieron, creo que había algo del lomo.

En cualquier caso el libro tiene muy buena pinta y no me extrañaría demasiado que algún y alguna guineana de los que están en Cataluña no aproveche la abundancia de gatos que por aquí tenemos para darse un comilona de vez de en cuando.

jueves, 3 de abril de 2008

Los encuentros de un caracol aventurero

Los encuentros de un caracol aventurero

Diciembre de 1918(Granada)
A Ramón P. Roda.

Hay dulzura infantil
en la mañana quieta.
Los árboles extienden
sus brazos a la tierra.
Un vaho tembloroso
cubre las sementeras,
y las arañas tienden
sus caminos de seda
-rayas al cristal limpio
del aire-.
En la alameda
un manantial recita
su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
ignorado y humilde,
el paisaje contempla.
La divina quietud
de la Naturaleza
le dio valor y fe,
y olvidando las penas
de su hogar, deseó
ver el fin de la senda.

Echó a andar e internose
en un bosque de yedras
y de ortigas. En medio
había dos ranas viejas
que tomaban el sol,
aburridas y enfermas.

"Esos cantos modernos
-murmuraba una de ellas-
son inútiles". "Todos,
amiga -le contesta
la otra rana, que estaba
herida y casi ciega-.
Cuando joven creía
que si al fin Dios oyera
nuestro canto, tendría
compasión. Y mi ciencia,
pues ya he vivido mucho,
hace que no lo crea.
Yo ya no canto más..."

Las dos ranas se quejan
pidiendo una limosna
a una ranita nueva
que pasa presumida
apartando las hierbas.

Ante el bosque sombrío
el caracol se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.

"¿Es una mariposa?",dice la casi ciega.
"Tiene dos cuernecitos
-la otra rana contesta-.
Es el caracol. ¿Vienes,
caracol, de otras tierras?"

"Vengo de mi casa y quiero
volverme muy pronto a ella".
"Es un bicho muy cobarde
-exclama la rana ciega-.
¿No cantas nunca?" "No canto",
dice el caracol. "¿Ni rezas?"
"Tampoco: nunca aprendí".
"¿Ni crees en la vida eterna?"
"¿Qué es eso?"
"Pues vivir siempre
en el agua más serena,
junto a una tierra florida
que a un rico manjar sustenta".

"Cuando niño a mí me dijo
un día mi pobre abuela
que al morirme yo me iría
sobre las hojas más tiernas
de los árboles más altos".

"Una hereje era tu abuela.
La verdad te la decimos
nosotras. Creerás en ella",
dicen las ranas furiosas.

"¿Por qué quise ver la senda?
-gime el caracol-. Sí creo
por siempre en la vida eterna
que predicáis..."Las ranas,
muy pensativas, se alejan.
y el caracol, asustado,
se va perdiendo en la selva.

Las dos ranas mendigas
como esfinges se quedan.
Una de ellas pregunta:"
¿Crees tú en la vida eterna?"
"Yo no", dice muy triste
la rana herida y ciega."
¿Por qué hemos dicho, entonces,
al caracol que crea?"
"Por qué... No sé por qué
-dice la rana ciega-.
Me lleno de emoción
al sentir la firmeza
con que llaman mis hijos
a Dios desde la acequia..."

El pobre caracol
vuelve atrás. Ya en la senda
un silencio ondulado
mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
arrastrando tras ellas
a otra hormiga que tiene
tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
"Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
a vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita".

La hormiga, medio muerta,
dice muy tristemente:
"Yo he visto las estrellas."

"¿Qué son las estrellas?", dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: "¿Estrellas?"
"Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas".
El caracol pregunta:
"¿Pero qué son las estrellas?"
"Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza".
"Nosotras no las vemos",
las hormigas comentan.
Y el caracol: "Mi vista
sólo alcanza a las hierbas."

Las hormigas exclaman
moviendo sus antenas:
"Te mataremos; eres
perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley."

"Yo he visto a las estrellas",
dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
"Dejadla que se vaya.
seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
ya rendida se muera".

Por el aire dulzón
ha cruzado una abeja.
La hormiga, agonizando,
huele la tarde inmensa,
y dice: "Es la que viene
a llevarme a una estrella".

Las demás hormiguitas
huyen al verla muerta.

El caracol suspira
y aturdido se aleja
lleno de confusión
por lo eterno. "La senda
no tiene fin -exclama-.
Acaso a las estrellas
se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas".

Todo estaba brumoso
de sol débil y niebla.
Campanarios lejanos
llaman gente a la iglesia,
y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
aturdido e inquieto,
el paisaje contempla.

Federico García Lorca