lunes, 29 de septiembre de 2008

De viaje por Bulgaria: Rila y Melnik (III)


Una vez visitada la capital y antes de lanzarse a descubrir el resto del país algunos viajeros buscan excursiones cercanas. La más habitual es el monasterio de Rila, declarada por la UNESCO patrimonio mundial. Sin embargo el complejo religioso se encuentra en un paraje natural incomparable y también es una buena opción aprovechar el viaje para hacer algún recorrido por el macizo del mismo nombre.

En mi caso la escapada fue de un día, y aunque en mi memoria el recuerdo es "accidentado", el monasterio es el más grande del país y el mejor conservado, por lo que si sólo pensáis estar 3 o 4 días en el país es una buena opción para salir de Sofía. Eso sí, es muy turístico, por lo que a su vez es uno de los lugares menos poco auténticos que se pueden visitar, todo tan arregladito para las típicas fotos que todos hacemos. Para llegar allí alquilamos un coche por lo que desconozco el servicio público, pero sí sé que hay una servicio de autobuses específico para ir hasta allí. Muchos albergues y hoteles organizan sus propias excursiones. Si decidís quedaros en Rila una noche podéis dormir en el propio monasterio.

Siguiendo más hacia el sur, ya en la frontera con Grecia, sí que podéis visitar otro paraje natural precioso, muy diferente a la orografía del resto del país, y un pequeño monasterio, este sí completamente "auténtico". Se trata de Melnik, la c
iudad más pequeña de Bulgaria, que no llega a los 400 habitantes, y sus alrededores. La ciudad es muy pequeña pero bonita. Las construcciones nuevas están obligadas a seguir el modelo arquitectónico tradicional por lo que se preserva sin aberraciones arquitectónica. Lo único que tiene para visitar son las bodegas, y los puestos y restaurantes turísticos. En cualquier caso el lugar es muy tranquilo y los precios, aunque ligeramente superiores que en otras zonas, siguen siendo muy muy económicos, por lo que vale la pena cenar en alguna terraza junto al río, degustando algún plato típico y un vino local.

Lo más destacado de la ciudad es el paraje en el que está escondida, en medio de una zona montañosa arenisca, que recuerda por momentos a Capadocia, y el monasterio de Rozhen, uno de los más antiguos del país, para nada turístico y realmente bonito. La visita al monasterio es la excusa perfecta para poder pasear por tan maravilloso paisaje. Existe un camino desde la ciudad hasta la cima en la que está situado Rozhen. En opinión de los locales el camino "turístico" es demasiado largo y duro para los turistas, vamos, que sólo es de bajada, y por tanto se debe subir en taxi o en autoestop por la carretera y bajar andando cuando cae el sol, el mejor momento para contemplar toda la belleza de la zona. Nosotros nos pusimos tozudos y decidimos subir andando después de comer. ¿Y qué paso? Que nos perdimos. El camino está muy bien señalizado hasta cierto punto, en el que te chocas de frente con una pared. En ese lugar no hay ninguna indicación para continuar hacia Rozhen, pero al mismo tiempo no tiene sentido que todo esté tan señalizado y de repente te quedes en medio del bosque con cara de tonto frente a una pared. Perdimos más de dos horas dando vueltas por allí, rehaciendo el camino, subiendo por senderos que no llevaban a ninguna parte, para que hacia las 6 de la tarde y con una mala leche que no me aguantaba (de 6 km habíamos hecho 2 y el monasterio cerraba en una hora) decidimos subir a la de sesperada por entre la maleza y los arbusto que había justo por el lado derecho del muro y sí, allí estaba el puñetero monolito que indicaba de nuevo el camino. A partir de ese punto el sendero empieza a ascender imparable por el bosque y hay indicaciones cada pocos metros. El desnivel es pronunciado pero se puede hacer perfectamente... aunque la verdad, nosotros en ese momento nos vimos en la duda de si seguir hacia arriba a lo loco para intentar llegar de día al monasterio o volver a casa. Jamás he subido un cerro como en aquella ocasión, corriendo y completamente excitados, y sin embargo valió la pena. Tal vez haya mitificado el monasterio en mi memoria, pero tras el esfuerzo realizado llegamos a él justo al caer el sol y pudimos disfrutar completamente solos de su iglesia y el pequeño patio que la rodea. Y él último golpe de suerte fue encontrar a unos turistas turcos que nos bajaron en coche hasta la ciudad justo cuando ya caía la noche y teníamos todo la carretera por delante.

Por cierto, bajando del monasterio hacia la carretera hay un árbol lleno de pulseras rojas y blancas, las marternitsas. Se trata de una tradición bulgara muy extendida. El 1 de marzo la gente se regala estas pulseras como signo de buena suerte. En ese momento piden un deseo y la llevan contigo como mínimo un mes. Cuando ven una cigüeña cuelgan la pulsera en las ramas de un árbol frutal y se supone que el deseo se cumplirá.

El mayor problema que tiene Melnik es que está un poco a desmano de todo, excepto si vais camino a Thessaloniki en Grecia. Para llegar allí fuimos en tren desde Sofía hasta Sandansky. El tren te deja a unos kilómetros de la ciudad. Seguramente se os ofrecerá algún taxista. Regatear el precio y si no lo veis claro coger el urbano que todo el mundo espera y una vez en la ciudad sólo son cinco minutos hasta la estación de bus. Preguntando a la gente no suele haber problema para encontrarla y allí se coge un viejo autobús que lleva a Melnik. El viaje no tiene pérdida, sobretodo porque el conductor del autobús es un búlgaro que habla perfectamente castellano y os explicará horarios y demás, sobretodo de cara a marcharos de Melnik, porque allí no hay estación. Para volver a Sofia nosotros optamos por coger el mismo autobús y conductor pero hasta Grabrovo, donde ya tomamos un autobus de línea regular.

Por último, y respecto al alojamiento Melnik, como lugar turístico cuenta con algún pequeño hotelito y una pensión, pero también hay familias que ofrecen una habitación por el mismo precios que ésta última, unos 10 levas, hace unos años la opción más barata en el país pero que se está perdiendo a medida que surgen nuevos albergues de mochileros. Nosotros conseguimos regatearle a una señora mayor 2 levas y nos fuimos con ella y su nieto a su casa, y sin duda acertamos. La casa estaba situado ascendiendo por un cuesta, lo que nos permitió disfrutar de una bonita vista de la ciudad, y la señora era encantadora, por lo que a pesar de la barrera lingüística pasamos algún ratillo con ella, la vimos trabajando en unas especias de obleas gigantes muy extrañas e incluso saboreamos algunos de los racimos de uva que daban sombra en su patio.

Os dejo algunas fotos de Melnik, de la señora y su casa (señora que por cierto sale en una postal de la ciudad ataviada con el traje típico y un burrito y que no dudamos en comprar), del camino al monasterio y el patio del mismo.










De viaje por Bulgaria (I)

De viaje por Bulgaria: Sofía (II)

martes, 23 de septiembre de 2008

Algunos de mis no favoritos

Pequeña lista sobre algunos de mis "no favoritos", ya que, siendo tal vez mejores que los favoritos les falta la carga emocional que los convierte en tales.

Libro: El evangelio según Jesucristo. José Saramago. 1991
Es el único libro que he conseguido leer de este autor y aunque ya hace tiempo todavía recuerdo frases y situaciones del mismo. Una genialidad sobre una de las historias más explicadas del mundo.

Cómic: Ikkyu. Hisashi Sakaguchi. 1990 (Glenat)
La mejor historia japonesa que he tenido ocasión de disfrutar. Excelente.

Película: El verano de Kikujiro. Takeshi Kitano. 1998
Por la banda sonora, por la mochila del niño, pero sobretodo, por el inesperado final, fuera del final.

Canción: I la pluja es va assecar . Roger Mas. DP. 2003
Yo prefiero la versión en directo y personal de G. pero Roger Mas tampoco lo hace mal ;)


sábado, 20 de septiembre de 2008

La romería de Olarizu

Cuesta de Olarizu con romerosEl pasado lunes 15 se se celebró la romería de Olarizu, una de las manifestaciones culturales más curiosas de Vitoria-Gasteiz y que con más cariño recuerdo de mi niñez. La mayoría de la gente desconoce el origen de esta tradición, que a pesar de no ser festivo en la ciudad, es una de las más arraigadas.

La romería de Olarizu se celebra el primer lunes pasado el día 8 de septiembre, la "virgen de septiembre", pero curiosamente la celebración tiene un origen administrativo. El día de la romería comienza con la tradicional visita que realizan los ediles del ayuntamiento gasteiztarra a los mojones de la jurisprudencia de la ciudad. Antiguamente se realizaba a caballo pero hoy en día el recorrido se hace a pie. Se comienza por el último mojón visitado el año anterior (en esta edición fue el mojón número 253, en el término de Irarcaya, y se cubrió una distancia de unos 8,6 km. pasando por Gamarra Menor, Betoño, Elorriaga-Arkaute, Arcaya, Ilarraza, Junguitu y Ullibarri-Arrazua). Una vez finalizado el recorrido la corporación realizaba una comida y una romería popular. Mientras que de la visita se tiene noticias ya en el siglo XVI, la romería no aparece hasta la segunda mitad del XIX, y aunque lo religioso siempre había estado unido a todo tipo de actos más o menos públicos esta es una de las pocas romerías que no cuenta con un carácter religioso implícito.

Olarizu coincidía casi siempre con el primer día de colegio, y gracias a la romería ese fatídico y horrible primer día se hacía un poco menos pesado de aguantar, pues sólo teníamos que ir de mañana. Por la tarde nos íbamos de paseo hasta las campas y una vez allí había que encarar la subida al alto, lo cual era una pequeña aventura, pues para subir siempre terminábamos agarrándonos a árboles, arbustos y lo que fuera, y para bajar, como dice mi madre, "se hacía con el culo en el suelo".

Después de varios años sin estar en estas fechas por casa el pasado lunes por la tarde pude rememorar todos estos recuerdos. Los actos en las campas ya habían comenzado al mediodía, con la tradicional alubiada, y es que, como capital de jubilados, no puede faltar algún ágape gratuito para delicia de sus ciudadanos, los cuales, experimentados en estos actos, no dejan por ello de exigir puntualidad y calidad, por muy gratuita que sea la comida.

Allá para las 5 de la tarde es sin embargo cuando más vida toman las campas, una vez reposadas las alubias. Toda buena romería de Olarizu cuenta con su cucaña, su Gargantua, sus excelentes puestos de viandas (rosquillas, pastel vasco, embutidos, quesos, pan...) y sus mejores puesto de buen comer y buen beber, estos dos últimos elementos esenciales en todo acto vasco que se precie, en un una tierra donde el comer y el beber son cultura.

Pero cual no será mi sorpresa cuando de camino me suelta Edurne, mi insigne compañera en tan célebre tarde este año, "pues yo creo que no he subido nunca hasta arriba", y en ese momento la determinación que me acompañaba para subir se convirtió en obligación, pues hay cosas que como buena gasteiztarra se tienen que hacer, o al menos, haber hecho. Sin embargo, ya de camino noté con extrañeza que poca gente se dirigía hacia las campas, aunque en estos nuevos tiempos donde todo el mundo va motorizado no quise pensar en lo peor. Pero una vez en campas, y aunque la afluencia era buena, la subida al alto no era, como otros años, un gentío emocionado por llegar a lo más alto. Sólo las familias con niños y algunos jóvenes se animaban a encarar la cuesta.

En cualquier caso nosotras nos dispusimos prestas a iniciar el ascenso, aunque yo ya había rebajado las expectativas de aventura ante el miedo de que la imaginación infantil hubiese magnificado lo que hoy podría parecerme un camino de lo más sencillo. Pero no. Olarizu no defrauda, y aunque ya hay senderos cómodos que evitan poner el culo en tierra para bajar, pude rememorar lo mejor de mis ascensos infantiles. Era tal la aglomeración de gente en la parte final, que al subir, en uno de los desvíos, nos vimos obligadas a tomar un sendero que tenía más de tobogán que de paso de personas. Y así, agarrándonos a las ramas, poniendo manos en tierra, sudando... la cruz que aparece entre los arbusto tiene otro gusto: el de la victoria, el de la superación!

Arriba la cruz, y a sus pies, las campas, la ciudad y toda la llanada alavesa a la luz del atardecer. Arriba también los tradicionales aizkolaris, como recompensa al esfuerzo, y una vez finalizado el espectáculo vuelta para abajo, los más osados corriendo y los demás, que ya nos vamos haciendo mayores, disfrutando del camino, de los ocres campos segados, de las alpacas de paja, del verde maíz.

Para finalizar la jornada no podían faltar unos bailables en la verbena, un bocata de chistorra, lomo... -o si el bolsillo lo permite un talo con chorizo- y como no, una, dos... o las botellas de sidra que se merezca tan meritoria hazaña.


viernes, 5 de septiembre de 2008

Tranquilidad caracolera


Las vacaciones de la mayoría agonizan o ya quedaron en el recuerdo, así que, simplemente... tranquilidad.