sábado, 20 de septiembre de 2008

La romería de Olarizu

Cuesta de Olarizu con romerosEl pasado lunes 15 se se celebró la romería de Olarizu, una de las manifestaciones culturales más curiosas de Vitoria-Gasteiz y que con más cariño recuerdo de mi niñez. La mayoría de la gente desconoce el origen de esta tradición, que a pesar de no ser festivo en la ciudad, es una de las más arraigadas.

La romería de Olarizu se celebra el primer lunes pasado el día 8 de septiembre, la "virgen de septiembre", pero curiosamente la celebración tiene un origen administrativo. El día de la romería comienza con la tradicional visita que realizan los ediles del ayuntamiento gasteiztarra a los mojones de la jurisprudencia de la ciudad. Antiguamente se realizaba a caballo pero hoy en día el recorrido se hace a pie. Se comienza por el último mojón visitado el año anterior (en esta edición fue el mojón número 253, en el término de Irarcaya, y se cubrió una distancia de unos 8,6 km. pasando por Gamarra Menor, Betoño, Elorriaga-Arkaute, Arcaya, Ilarraza, Junguitu y Ullibarri-Arrazua). Una vez finalizado el recorrido la corporación realizaba una comida y una romería popular. Mientras que de la visita se tiene noticias ya en el siglo XVI, la romería no aparece hasta la segunda mitad del XIX, y aunque lo religioso siempre había estado unido a todo tipo de actos más o menos públicos esta es una de las pocas romerías que no cuenta con un carácter religioso implícito.

Olarizu coincidía casi siempre con el primer día de colegio, y gracias a la romería ese fatídico y horrible primer día se hacía un poco menos pesado de aguantar, pues sólo teníamos que ir de mañana. Por la tarde nos íbamos de paseo hasta las campas y una vez allí había que encarar la subida al alto, lo cual era una pequeña aventura, pues para subir siempre terminábamos agarrándonos a árboles, arbustos y lo que fuera, y para bajar, como dice mi madre, "se hacía con el culo en el suelo".

Después de varios años sin estar en estas fechas por casa el pasado lunes por la tarde pude rememorar todos estos recuerdos. Los actos en las campas ya habían comenzado al mediodía, con la tradicional alubiada, y es que, como capital de jubilados, no puede faltar algún ágape gratuito para delicia de sus ciudadanos, los cuales, experimentados en estos actos, no dejan por ello de exigir puntualidad y calidad, por muy gratuita que sea la comida.

Allá para las 5 de la tarde es sin embargo cuando más vida toman las campas, una vez reposadas las alubias. Toda buena romería de Olarizu cuenta con su cucaña, su Gargantua, sus excelentes puestos de viandas (rosquillas, pastel vasco, embutidos, quesos, pan...) y sus mejores puesto de buen comer y buen beber, estos dos últimos elementos esenciales en todo acto vasco que se precie, en un una tierra donde el comer y el beber son cultura.

Pero cual no será mi sorpresa cuando de camino me suelta Edurne, mi insigne compañera en tan célebre tarde este año, "pues yo creo que no he subido nunca hasta arriba", y en ese momento la determinación que me acompañaba para subir se convirtió en obligación, pues hay cosas que como buena gasteiztarra se tienen que hacer, o al menos, haber hecho. Sin embargo, ya de camino noté con extrañeza que poca gente se dirigía hacia las campas, aunque en estos nuevos tiempos donde todo el mundo va motorizado no quise pensar en lo peor. Pero una vez en campas, y aunque la afluencia era buena, la subida al alto no era, como otros años, un gentío emocionado por llegar a lo más alto. Sólo las familias con niños y algunos jóvenes se animaban a encarar la cuesta.

En cualquier caso nosotras nos dispusimos prestas a iniciar el ascenso, aunque yo ya había rebajado las expectativas de aventura ante el miedo de que la imaginación infantil hubiese magnificado lo que hoy podría parecerme un camino de lo más sencillo. Pero no. Olarizu no defrauda, y aunque ya hay senderos cómodos que evitan poner el culo en tierra para bajar, pude rememorar lo mejor de mis ascensos infantiles. Era tal la aglomeración de gente en la parte final, que al subir, en uno de los desvíos, nos vimos obligadas a tomar un sendero que tenía más de tobogán que de paso de personas. Y así, agarrándonos a las ramas, poniendo manos en tierra, sudando... la cruz que aparece entre los arbusto tiene otro gusto: el de la victoria, el de la superación!

Arriba la cruz, y a sus pies, las campas, la ciudad y toda la llanada alavesa a la luz del atardecer. Arriba también los tradicionales aizkolaris, como recompensa al esfuerzo, y una vez finalizado el espectáculo vuelta para abajo, los más osados corriendo y los demás, que ya nos vamos haciendo mayores, disfrutando del camino, de los ocres campos segados, de las alpacas de paja, del verde maíz.

Para finalizar la jornada no podían faltar unos bailables en la verbena, un bocata de chistorra, lomo... -o si el bolsillo lo permite un talo con chorizo- y como no, una, dos... o las botellas de sidra que se merezca tan meritoria hazaña.


2 comentarios:

godsfork dijo...

¿y dónde está la muestra de que tú llegaste ahí arriba?

tzesire dijo...

que las fotos son mías :p