Aviones soviéticos
Bata 01/07/05
El vuelo de Malabo a Bata lo hacemos en un Yakolev YAK-40, cuyos carteles en su interior están escritos en alfabeto cirílico y el comandante se llama Vladimir. Vamos a comprar a una tienda de unos catalanes y para la comida puedes elegir entre el supermercado español o el libanés. Cenamos un restaurante cuya carta está escrita en francés porque está regido por unos gaboneses, o tal vez cameruneses. En todo el primer día los únicos guineanos que nos cruzado son los militares y el personal de los aeropuertos.
Lo más curioso de todo ha sido el vuelo. Cuando he visto el avión, pequeñísimo y viejo, la verdad que no he pensado nada malo. Pero al darme cuenta de cómo se llamaba me he acordado de un trágico accidente con un YAK 42 del que por entonces aquí todavía se estaba hablando. Al subir pasas junto al equipaje, dejado en unas baldas justo detrás de los asientos, sin que parezca que vaya a ir especialmente sujeto. Nos hemos sentado en unos asientos minúsculos verdes y una negrita con una sonrisa esplendorosa nos ha explicado lo típico, alguna cosilla del vuelo y el avión y nos ha presentado al comandante, Vladimir. Cuando hemos empezado a movernos y a coger altura ha empezado a salir un humo blanco por el suelo, que resulta que solo debe ser vapor de agua. Yo hasta entonces había viajado en aviones más o menos grandes y más o menos viejos pero eso no me había pasado nunca, así que hasta que la compañera no me dijo que no me preocupara, que era efecto de la presurización (que supongo que tendría razón) yo empecé a mirar para todos los lados a ver si era la única que se estaba poniendo nerviosa o aquello era normal.
Visto lo visto y teniendo en cuenta que durante toda la noche en el primer vuelo no había pegado ojo tranquila, he cerrado los ojos y me he quedado completamente dormida. Cuando me han despertado, descendiendo, la negrita de la tripulación y todas las monjas y cooperantes que estaban alrededor me estaban mirándome y sonriéndome. Fue un poco raro, creo que todos estaban bastante sorprendidos de que me hubiese dormido en aquellos minúsculos e incómodos asientos. En cualquier caso respiré tranquila cuando puse el pie en el asfalto del aeropuerto de Bata.
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El 16 de julio de 2005 un avión de la ruta Malabo-Bata se estrellaba nada más despegar, muriendo 85 personas. En Kogo se dijo que llevaba casi el doble de pasajeros de los que podía, unos 50, (lo cual a nadie extrañó allí conociendo cómo viajan por carretera) y esta sobrecarga fue el motivo del accidente. Aunque en un principio el gobierno apuntó 60 muertes, fuentes policiales terminaron informado a Radio Malabo de 85 muertes, tal como había dicho la oposición. Sea como fuere todos los vuelos fueron cancelados y viajar del continente a la isla se convirtió en una odisea todo el verano, justo cuando más movimiento de pasajeros hay.
Mes y medio más tarde se estableció un servicio de General Work, que montó una aerolínea aprovechando que el resto estaban bloqueadas. El vuelo era mucho más caro, pero al menos se restablecía el contacto con la isla (y casi como quien dice con el mundo) y parecía cumplir con creces los estándares de seguridades, así que la vuelta fue más tranquila.