miércoles, 25 de abril de 2007

Esclavas de su hogar

Esta mañana -no la de hoy, la de cualquier día- en el tranvía iban cuatro mujeres de unos 60 años hablando. Una ha dicho en un momento dado: "nosotros hemos tenido que trabajar primero para nuestro padres y luego para nuestro hijos".

Pero se equivocaba.

Una ha continuado la conversación recordando que ella tiene todavía a su padre vivo en casa, con 95 años y más tarde la misma mujer se lamentaba de no poder ir a la peluquería hoy porque tenía que dejar a su nieta en catequesis, pero que en cualquier caso tenía que ir antes del sábado porque al día siguiente tenía la prueba del banquete de bodas de otra de sus hijas.

Se equivocaba la primera porque tal como relataba la segunda su generación está trabajando para mantener simultaneamente a sus padres, a sus hijos a sus nietos y al que lo necesite. Y el día que no puedan hacerlo el hogar que les esclaviza los expulsará y morirán lejos de él, porque ya no le son útiles a nadie.

Una de la mujeres se parecía a mi madre. En cierta forma, todas. Mi madre está bien conservada, parece la edad que tiene. Pero si te fijas ya apenas le quedan cejas, los labios son cada vez más finos y los ojos más pequeños. Es joven pero nunca ha tenido un respiro. Ya no tiene padres ni suegros a los que cuidar (por los que ya se sacrificó en su día), yo ya no estoy en casa y le intento devolver todo lo que me presta, pero a pesar de todo ella sigue trabajando y trabajando por mi (y espero que nunca por unos nietos) porque no sabe hacer otra cosa. No sabe pensar en sí misma, no sabe que tiene el derecho a hacerlo.

Se el primero en decir algo