¿Por qué se está riendo?
Una tarde en el metro, iba ojeando un libro que había encontrado por casa, hasta que me di cuenta que conocía el libro y empecé a reírme sola. Para nada de forma escandalosa o exagerada, pero reírse sola con un libro en el metro parece ser un comportamiento de los más extrambótico.
Resulta que era una de tantas copias de Rubaiyat, un librito de poemas que hacía mucho tiempo me había recomendado un amigo. Empecé a reírme al darme cuenta que aquellos versos (mejor dicho, unos similares, porque hay demasiadas versiones de dichos poemas) me eran conocidos y de qué forma tan curiosa me los recomendaron. La memoria hace brotar lágrimas o sonrisas a su antojo, y en este caso me hizo especial gracia las vueltas que había dado hasta volver encontrarme con aquel libro.
La gente en el metro parece que no va con la mirada tan perdida, pues más de uno se fijó en mi risa contenida. En el metro, como en la vida, debemos ser discretos, y yo al parecer no lo estaba siendo. La gente, por el contrario, se fija pero es discreta y mira para el otro lado. Pero justo al lado mío había una niña con un adulto -que nos aventuraremos a considerarle su padre (como ya haríamos en otro ocasión con un niño). La niña le soltó sin mayor problema a su padre, ¿por qué se está riendo?, el cuál le hizo un gesto de que callará y que también mirará para otro lado. Viéndose ignorada sin motivo, la niña volvió a preguntar, ¿por qué se está riendo la chica? Yo miré a la niña y le sonreí y después al padre y le sonreí, pues a fin al cabo no tenía motivo para no hacerlo, y seguí riéndome con mi librito. La niña volvió a preguntar y el padre ya le dijo directamente que se callara.
Yo, en ese momento, me puse trascendental y pensé: la pregunta no debería ser por qué estoy riendo, sino por qué todo el mundo va serio.
Entonces llegué a mi parada y me bajé pensando estas cosas y entonces me dí cuenta que podía hacerle la pregunta a la niña. Pero al darme la vuelta sin saber si volver o no al vagón. La gente dejó de subir y bajar corriendo. Era mi oportunidad, pero recordé que había quedado y estaba llegando tarde. Así que no volví a entrar y no llegué a formular la pregunta a nadie.
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