Viaje a Albania (I)
Vista de la Plaça Skanderbeg en Tirana
Albania es hoy en día un país plenamente accesible, pero desconocido y significativamente diferente a cualquier otro destino europeo. Por este motivo comienzo una serie de entradas a partir de una experiencia turística por una parte del país durante el agosto de 2010. No es una mirada extensa ni profunda, sino una serie de comentarios personales, que considero que pueden ser interesantes para algunos y que pueden animar a otros a seguir nuestros pasos y a superarlos.
Albania es un país de naturaleza virgen, de montañas, valles y ríos y más montañas, pero sin caminos marcados ni buen acceso a los parajes más espectaculares. Dicen que el norte montañoso guarda la Albania más tradicional, donde todavía se encuentra vigente el código Kanuni, pero con sólo 18 días por delante nosotros optamos por una ruta urbana por el centro y el sur del país.
Se trata del segundo país más pobre de Europa después de Moldavia, pero no está mucho peor que otras zonas de la antigua Europa del Este y no afecta en ningún caso al viajero, siempre que no busque demasiados lujos. No veréis gente tirada en la calle (a excepción de Durres, donde han llegado algunos grupos de gitanos que dejan a sus niños durmiendo en el suelo en plena zona turística, pero es una situación totalmente aislada). El principal sector económico es el primario pero está centrado en el abastecimiento interno. El sector industrial se desmanteló casi por completo tras el comunismo y el poco que se mantiene es tremendamente contaminante. Y el sector de servicios empieza a despegar de la mano del turismo, pero la mayoría son pequeños negocios de escaso margen. El país se mantiene sobre una importante economía sumergida o informal y del dinero que llega de los emigrantes. El sector más en alza en estos momentos es de la construcción y las infraestructuras, pero también se encuentra en un estadio muy inicial, con medio país arreglando carreteras y construyendo casas, y el otro medio esperando que empiece a suceder. En la costa la llegada de turismo se empieza a notar, pero el resto del país espera que llegue algún tipo de milagro desarrollista, o mejor dicho, el “milagro Europa”: que las fronteras se abran de una vez por todas para trabajar fuera y que la Unión Europea (UE) los acepte en su club.
A nivel político se están esforzando por crear su propia dictadura de la democracia capitalista. Después de varios años de elecciones siempre turbias (en las que en ningún caso ha intervenido ningún actor internacional para poner un poco de orden) y del escándalo de las pirámides financieras orquestado con el beneplácito del Fondo Monetario Internacional, necesitaban una reforma electoral que mantuviera el bipartidismo y la corrupción política generalizada, pero que afianzara sus opciones de entrar en la UE. No era difícil encontrar un país de la UE con un déficit democrático fragante pero plenamente aceptado internacionalmente y tomarlo como ejemplo: el estado español. Así que ahora se rigen por una ley electoral calcada a la de aquí. No hablamos demasiado sobre política con la gente que conocimos, pero con aquellos que se generó un mínimo de confianza sí que salió a relucir la experiencia que tienen de la “democracia”: un sistema de ladrones donde el pueblo tiene tanto que decir como durante el comunismo de Hoxha. Y si viajáis allí para ver los restos de uno de los más férreos sistemas comunistas dictatoriales tal vez os sintáis defraudados. Las ruinas del comunismo son inevitables pero la gente quiere mirar hacia delante y olvidarlas.
El escaso desarrollo turístico está totalmente concentrado en un par de ciudades y en la costa mediterránea. Sin embargo la hospitalidad albanesa es famosa y, sin duda, merecida, lo cual facilita mucho las cosas. Además la gente está deseando que lleguen extranjeros, y no solo por el dinero, sino para conocer a gente de fuera y para que les conozcan a ellos. Quieren dejar de estar asimilados con los problemas étnicos y religiosos de Kosovo y con la idea de una corrupción generalizada y violenta de donde si entras no saldrás vivo.
Estos aspectos económicos y políticos, que pueden parecer muy generales, se traducen en la vida diaria. Albania es un pequeño país donde las distancias parecen enormes. No hay una estación de autobuses con una lista de destinos, pero puedes llegar a cualquier sitio con un poco de paciencia. No hay comidas exóticas, pero siempre se come de forma excelente. No hay un gran desarrollo turístico, pero no falta el antiguo hotel de la época comunista donde pasar la noche. No hablan un idioma que se parezca a otras lenguas indoeuropeas, pero siempre es fácil comunicarse de una forma o de otra.
Y, además, seguro que os fijaríais en que tienden a hablar a gritos (en el caso de los conductores es la única forma en que lo hacen); en que la mayoría de las ciudades no tienen un sistema de recogidas de basura y la gente tira lo que sea al suelo; en que cruzar una calle es un deporte de máximo riesgo… y en otros detalles que algunos pueden considerar como de “poco civilizados” y que otros consideran como “lógicos” y que cambiarán en poco tiempo.
Así que os recomiendo que visitéis Albania y que lo hagáis pronto, antes de que todas estas particularidades se pierdan, porque sin duda, se perderán.
Perfil de la CIA de Albania
Viaje a Albania: datos de interés (II)
Viaje a Albania: Tirana (III)
Viaje a Albania (IV): Elbasan
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